domingo, 26 de febrero de 2012

UNA VOCACION DE AMOR


Escuchaba  uno de los tantos cuentos de la tranquila vida de Hortencia, mientras ella movía unas ollas de la cocina al mesón,  con la mayor disposición e interés oía el cuento que inspiro estas cuartillas; con gran entusiasmo decía que fueron muchos los niños a los que había enseñado a escribir sus primeras letras, su nombres, apellidos y a deletrear sus primeras lecturas, en el cuento Dijo: ¡Mira habían muchachito que al principio  no querían ir a la escuelita que tenia en el corredor de la casa, pero yo lo sobre llevaba con mucha paciencia, les hacia majarete, jaleas, le celebraba sus cumpleaños , y se iba encariñando poco a poco de la escuelita, los ponía a leer con el libro pasito a pasito , Coquito, la cartilla era para lo pequeñitos muy importante , al aprenderse las consonante bien y las vocales ya el muchachito empezaba a leer corrido, si señor... enseñé a varios niñito sin cobrar un centavo, en el callejón el Bolsillo y en la isla, eso fue como por los años 60 o 62. Hablaba con tal orgullo que a pesar de no haber asistido nunca a una universidad se sentía con las herramientas vocacionales para ejercer la enseñanza con amor. Otro ejemplo admirable fue el de la señora Carmen Alida quien por cierto me enseño a leer a escribir a multiplicar y dividir, en su pequeña escuela de preparación de poco espacio en su casa, pero con mucha mística, ética el niño llegaba al sistema educativo con una base cognitiva gracias a señoras como ella, estas escuela eran muy buenas, Recuerdo hablar algunos de mis tíos que afirmaban que un sexto grado de antes era como obtener un o bachillerato actual, en eso entraban en disyuntiva que si que si, que  si no lo eran, lo que es muy cierto en todas las conversaciones que sostenían, es  que los maestros dejan en los niños y en los aprendices profunda y gran huella, un sello, una marca imborrable; como un niño aprenda así actuará, estos maestros de vocación como las maestras licha, y la Morocha en la sorpresa, Nereida en Ruiz Pineda y las antes mencionadas, a pesar no ser Lic. En Educación, o no haber ido a un pedagógico, ni siquiera a una escuela normalista, sembraron en cada uno de los aprendices el mas bello de las semillas “El  Conocer”, pero  también  recuerdo a los maestros de profesión que contribuyeron a mi formación,  en la escuela Republica De Honduras  la maestra Elva que enseñaba matemáticas en los años 70, o la maestra Esperanza que Hacia honor a su nombre en La Escuela Prospero Reverend en los 80, la Maestra Erica, El Recordado maestro Curiel, en fin hombres y mujeres que pasaron por mi vida y la de muchos dejando algo de sí , porque un maestro deja en cada alumno un pedacito de su ser, de su conocimiento, de su vida;  Antes nos decían en casa que debíamos obediencia y respeto a la escuela porque era nuestro asegundo hogar y los maestros nuestros segundos padres, hoy las cosas han cambiado ese respeto al maestro no es tan notable, y la escuela ¡Bueno..!. Pero A pesar de todos los cambios no puedo dejar en este día tan  especial dar gracias a los que se han dedicado a tan inmensa,  ardua, honrosa y hermosa labor cuando un niño llega a manos de un maestro es como la arcilla fresca que tomara forma según la mano que la moldee.

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