Escuchaba
uno de los tantos cuentos de la tranquila vida de Hortencia, mientras
ella movía unas ollas de la cocina al mesón,
con la mayor disposición e interés oía el cuento que inspiro estas
cuartillas; con gran entusiasmo decía que fueron muchos los niños a los que había
enseñado a escribir sus primeras letras, su nombres, apellidos y a deletrear
sus primeras lecturas, en el cuento Dijo: ¡Mira habían muchachito que al
principio no querían ir a la escuelita
que tenia en el corredor de la casa, pero yo lo sobre llevaba con mucha
paciencia, les hacia majarete, jaleas, le celebraba sus cumpleaños , y se iba
encariñando poco a poco de la escuelita, los ponía a leer con el libro pasito a
pasito , Coquito, la cartilla era para lo pequeñitos muy importante , al
aprenderse las consonante bien y las vocales ya el muchachito empezaba a leer
corrido, si señor... enseñé a varios niñito sin cobrar un centavo, en el
callejón el Bolsillo y en la isla, eso fue como por los años 60 o 62. Hablaba
con tal orgullo que a pesar de no haber asistido nunca a una universidad se
sentía con las herramientas vocacionales para ejercer la enseñanza con amor.
Otro ejemplo admirable fue el de la señora Carmen Alida quien por cierto me
enseño a leer a escribir a multiplicar y dividir, en su pequeña escuela de
preparación de poco espacio en su casa, pero con mucha mística, ética el niño
llegaba al sistema educativo con una base cognitiva gracias a señoras como ella,
estas escuela eran muy buenas, Recuerdo hablar algunos de mis tíos que
afirmaban que un sexto grado de antes era como obtener un o bachillerato
actual, en eso entraban en disyuntiva que si que si, que si no lo eran, lo que es muy cierto en todas
las conversaciones que sostenían, es que
los maestros dejan en los niños y en los aprendices profunda y gran huella, un
sello, una marca imborrable; como un niño aprenda así actuará, estos maestros
de vocación como las maestras licha, y la Morocha en la sorpresa, Nereida en
Ruiz Pineda y las antes mencionadas, a pesar no ser Lic. En Educación, o no
haber ido a un pedagógico, ni siquiera a una escuela normalista, sembraron en
cada uno de los aprendices el mas bello de las semillas “El Conocer”, pero también
recuerdo a los maestros de profesión que contribuyeron a mi formación, en la escuela Republica De Honduras la maestra Elva que enseñaba matemáticas en
los años 70, o la maestra Esperanza que Hacia honor a su nombre en La Escuela
Prospero Reverend en los 80, la Maestra Erica, El Recordado maestro Curiel, en
fin hombres y mujeres que pasaron por mi vida y la de muchos dejando algo de sí
, porque un maestro deja en cada alumno un pedacito de su ser, de su
conocimiento, de su vida; Antes nos decían
en casa que debíamos obediencia y respeto a la escuela porque era nuestro
asegundo hogar y los maestros nuestros segundos padres, hoy las cosas han
cambiado ese respeto al maestro no es tan notable, y la escuela ¡Bueno..!. Pero
A pesar de todos los cambios no puedo dejar en este día tan especial dar gracias a los que se han
dedicado a tan inmensa, ardua, honrosa y
hermosa labor cuando un niño llega a manos de un maestro es como la arcilla
fresca que tomara forma según la mano que la moldee.
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